Recuerdo de mis años de infancia, las vacaciones para
visitar a mis abuelas y tías en Humacao. Familias muy devotas al “cristianismo”
en general. Abuela Luisa, la mamá de mi padre, mantenía en la puerta de su
ropero unas fotografías desteñidas por el tiempo, en blanco y negro de sus
familiares ya fallecidos, recordatorios de bodas, escapularios de ángeles,
santos y “vírgenes” y los famosos obituarios. Al lado de esta colección
fantástica de recuerdos siempre tenía una velita prendida y un rosario. Aún escucho
sus rezos nocturnos frente a estos y el brotar de unas lagrimas contenidas. Yo,
niño, la apreciaba como algo mágico: las fotos, la plegaria, las lágrimas y la
vela encendida.
Mi madre no tenía este rincón. Después de la muerte de
mi padre en 1985, ella comenzó a crear en su coqueta, su estación mágica
repitiendo la misma tradición pero ella lo adornaba y refrescaba con flores
frescas de su jardín.
En el año 1987 visito
en Caguas, a un lejano tío abuelo, y vuelvo a dar con la misma simbología, pero
esta vez, separada, ubicada aparte. En el cuarto dormitorio en una tablilla de
madera adosada a la pared. La vela estaba encendida y tenia incienso. Era una
imagen merecedora de una pintura, con la luz amarillenta que penetraba por los
espacios de la madera, el humo impregnado en la pared y los recortes de
periódicos de sucesos gratos de la Isla. Esto me atrajo de sobremanera, y por fin
le pregunto con voz entrecortada por respeto a su persona y por la visión que
tenia al frente, ¿Qué significa para usted este espacio? El me responde, “es un
pequeño altar a mis recuerdos y a mi familia. Es una manera de decir siempre
están conmigo.”
Esto creó en mí una catarsis increíble: la imagen que
se venera por los recuerdos, por el amor que hay detrás de cada foto, letra o
devocionario. La memoria guarda recuerdos que se refuerzan con las imágenes en
la fotografías. Se dialoga con ellas a través del rezo y se purifica el alma
por las lágrimas.
De esta experiencia nace el Altar puertorriqueño. Mi mente evoca con exactitud cómo fue
desarrollándose la idea de una nueva unidad de creación. Toda nueva
preocupación estética del maestro dará como resultado una nueva unidad de
creación artística. Al replantear mi propuesta a 20 estudiantes, tendré como
resultados 20 soluciones diferentes. Les
comunico a los estudiantes mi preocupación artística, pero le añado, no quiero
que su “altar” sea dedicado a la muerte y las tragedias, al contrario que sea
un testimonio de vida, de alegría, de superación, de fantasías y deseos, por la
patria, por su familia, por usted. El altar se puede
dedicar a un santo, a un personaje relevante, a una persona importante, o un
suceso transcendental para usted. El propósito es realizar una imagen tridimensionalmente luminosa, que
sea “hermosa visualmente” y demuestre algo por lo que usted puede vivir o morir. Este
fue el reto lanzado a mis
estudiantes de duodécimo grado en septiembre de 1987. Toda nueva unidad replantea soluciones diferentes, la
parte conceptual es tan importante como la parte técnica de la obra.
Esta unidad se realizaría en medio mixto (una obra de
arte combinando distintos medios, técnicas, materiales y soportes).
Debe predominar la pintura o el dibujo,
dependiendo de su especialidad. Se realizará dentro de una caja de madera, el
tamaño mínimo de esta es 36” x 24” x 4”, con tapa de acrílico, para evitar que
los espectadores alteren el contenido. El concepto era una vitrina que llevará
iluminación en la parte superior interna de la caja. La imagen se realizará tridimensionalmente,
por la colocación de las imágenes y
objetos y el uso de un mínimo de tres planos separados por una pulgada entre
ellos. Es importante el uso personal de la perspectiva aérea y lineal. Pueden
añadirles, “ready made” (Marcel Duchamp) o apropiación de objetos, fotografías,
música, movimiento.
El factor de algo conocido que se recrea, no existe para los estudiantes.
El altar puertorriqueño, como unidad de creación y el montaje de la obra no
tenia parámetros de comparación con nada visto por ellos, no tenían un modelo a
seguir, por ello se les da una libertad total de creación pero con estética.
El Altar puertorriqueño provoco diferentes reacciones, “Cuando el
filósofo señala la Luna, el tonto se fija en el dedo.” La minoría selecta enfilo sus cañones contra
este, al tildarlo de santería y
brujería. La ignorancia aliada a las mentes carentes de creatividad y
sensibilidad ven fantasmas donde solo habita la luz. Se entrevisto al maestro y
los estudiantes, pero,…no encontraron causa,…ni maleficio.
En la exposición anual de estudiantes del 1988 se
expone por primera vez este concepto, nunca realizado en Puerto Rico a ningún
nivel educativo.
Resultado: Solicito un salón para exhibir esta unidad
solamente, por la protección de las cajas-vitrinas, el tamaño de la obras, y el
deseo de presentarlas como unidad nueva. Me dan un salón en el primer piso para
la exhibición de la unidad únicamente. Se realizo un montaje escenográfico que
el artista Antonio Martorell describió como: “una ambientación de
vitrinas-retablos dirigida por el Maestro Gabriel Cruz rodea la mesa quirúrgica
convertida en altar de comunicación barroco, donde fotos, copas rotas y objetos
diversos se ofrecen a la mano como talismanes esperando dueño”. (La hora
del recreo, El Mundo, 29 de mayo de
1988).
Myrna Rodríguez, crítica de arte, al reseñar la Exposición
Anual de Estudiantes de Arte de la Escuela Central, manifestó: “In my
experience as collage profesor and art critic, I have seen better art works by
youngster at this school. Many are better than those of collage
art students. For example, professor Gabriel Cruz introduced this year an
instructional unit “mixed media” by which advanced students worker in complex imagery
combining drawing, painting and collage and assembling three-dimensional
objects. The results have been extraordinary, with prizes granted for the best.
In this special category of mixed media, called “Altar Puertorriqueño”, first
prize went to Maristella Colón, second to José González, and Third to Wanda
Maldonado. A special prize was given to José Enrique González for a life-size
sculture against a wood easel, which has extraordinary dramatic effect.”
(Santurce art students display surprising talent. The San Juan Start, 22 mayo,
1988).
El próximo año, 1989, en la exposición anual de
estudiantes se expone el Altar puertorriqueño con las piezas de las estudiantes
de la clase graduanda. En el artículo de Myrna Rodriguez, crítica de arte, señala:
“Art events were performed at the opening Friday evening, April 14, including a
baqiné (an infant’s funeral) and Taíno dance staged in Gabriel Cruz’s painting
classroom, which was also set up as an exhibition gallery. On exhibit were a
group of works called altar,” done in mixed media with a theme combining
drawing, painting and found objects, even dead animals (like a rooster). Visitors
were amazed at the varied display and the originality and technical rendering
of these works, totally different
from the art most of them
are familiar with”. (Trove of talent at a public school, The San
Juan Start, 23 abril, 1989).
El mejor resultado: La unidad Altar puertorriqueño
apasiono a los estudiantes, se sentía en el ambiente su deseo de creatividad y
disfrute por el medio mixto. El maestro los reto y los invito al ruedo. Los
estudiantes aceptaron y el resultado fue GENIAL…
El resto es historia.
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