Cuando comencé a diseñar las imágenes para una propuesta
del Grupo La Piña, una exhibición colectiva de cinco amigos-artistas, estaba
desorientado. Mis preguntas creativas conceptuales fueron: ¿Cual preocupación e
inquietud demuestro,… de las miles que poseo? ¿Cómo las desarrollo en siete
pinturas-imágenes? ¿Qué códigos empleo: los conocidos o los internos? ¿Cómo provoco
un dialogo visual con el espectador? ¿Me interesa vender las pinturas, o
continuare pintando como mi única manera de expresión? Sólo
el que tiene “algo que decir de manera diferente”, es el artista pintor…
Luego de realizar infinidad de
estudios, bocetos, decido trazar mi línea de pensamiento paralelo al tema de la
exposición: “La promesa” del pintor puertorriqueño, Miguel Pou. Mi propuesta es
ofrecer el lado místico de las escenas cotidianas; así realizo las dos primeras
pinturas, “Milagro en el altar” y “Complementarios”.
Lo favorable de trabajar colectivamente es la apreciación/critica
de tus pares. Conocer otros puntos de vista. Tener “alla prima” (a la primera) la
visión del espectador. En este conversatorio de ideas, de acertijos, de bromas
y sobre todo de amistad se va desarrollando un taller de creación continua. Porque toda respuesta al arte es evolutiva.
Mi mente continúa trabajando. El problema mental
artístico sigue latente en el inconsciente, y te envía mensajes continuamente,
hasta que por fin llegas al final del laberinto… se
reinventa el código. Decido retomar la propuesta de color, del
impresionista francés, Claude Monet, en sus pinturas de La catedral de Rouen. En
la década del 1890 realiza cuarenta (40) versiones distintas de la misma
imagen, a diferentes horas del día.
Estas son un verdadero
compendio-tratado de color perceptual y ambiental. Como la luz del ambiente cambia de acuerdo a
la hora del día, como cambia el color de las superficies y como cambia
perceptualmente la imagen en la mente del espectador.
Decido trabajar cuatro paisajes puertorriqueños con diferentes horas-luz
ambientales, la amarilla, la azul, la verde y
la roja. La primera que realizo es el paisaje amarillo. Recuerdo con
mucha satisfacción la reacción de mis compañeros cuando ven la pintura. Les
gusto de sobre manera. En ese momento decidí que integraría la figura de los bueyes en mi código.
En la pintura, “Simbiosis puertorriqueña: Añoranza de
luz”, la propuesta que guía la imagen es la perspectiva aérea del paisaje
puertorriqueño. Una imagen estructurada en doce (12) planos pictóricos, los
cuales cambian constantemente referente a la luz y definición de los objetos.
La luz del ambiente es la amarilla.
Preside el paisaje la figura de un buey manso, que
espanta una mosca con su rabo, mientras en el quinto plano encontramos la
carreta abandonada que se asoma al precipicio perseguido por una sombra de
sangre, ¿quizás ante el abandono de lo patrio, de lo propio?
El titulo de la obra nos
da la clave de lectura, el paisaje y el buey se identifican y se unen
cromáticamente en uno, un camuflaje de color y luz. En la pintura, llamada
originalmente, “paisaje amarillo”,
es un paisaje urbano, presidido por el buey manso que se alimenta, detrás
aparece la iglesia, representada por la cúpula y la cruz que desafía el
espacio. A sus pies las dos clases sociales, la clase acomodada en sus
residencias blancas a lo alto de tierra
y la clase no privilegiada en sus casas marrones en los abismos del terreno.
Declaro en esta pintura: “Ser puertorriqueño es, sentirse
acariciado por el aire fresco del color tropical, llenarse de energía por el
calor de la luz que domina e invade todo el ambiente, es sentirse uno con el
paisaje.”
Luego realizo la pintura “El Ángelus:
Destellos memorables”, conocida originalmente como “paisaje verde”, inspirada en la pintura El
Ángelus de Jean F. Millet. La imagen de la pintura
presenta el momento que interrumpimos
el trabajo en el campo para dar las
gracias a Dios. El buey azul detiene el paso, mientras el buey violeta levanta
su cuello y mira directamente al jibaro que mira ensimismado el cielo. Es
tiempo de la oración, de silencio, son
las doce del mediodía.
La escena está enmarcada en una composición triangular,
que incluye a Dios, figura que adivinamos en un cielo jubiloso de nubes. Creando
un fuerte espacio negativo de comunicación entre los bueyes, el jibaro y Dios.
Los personajes terrestres surgen como figuras gigantescas sobre un paisaje sembrado y
cosechado por ellos. Estos dominan totalmente la naturaleza. La luz es cálida,
ofreciendo una diversidad de saturaciones en el verde. Esta diversidad de
tonalidades y saturaciones del matiz en el paisaje, van a ser complementados
por el rojo del primer plano.
El código se amplia, ahora es una pareja de
bueyes-hombres que son participes del rezo.
La pintura en acrílico, “El dialogo: Complacencia al
resplandor”, llamada “paisaje azul”, nos muestra una
complicidad entre dos bueyes-hombres, un buey azul y un buey violeta. Figuras
que se repiten de la pintura anterior. (La historia continua…) Es quizás una
historia de amor, un secreto que todos murmuran pero que callan a voces.
La escena, un paisaje de montaña adentro, diseñada con colores fuertes, azul en los
montes y rojo en el valle, debajo de un cielo madrugado. Cubiertos en una neblina
amarillenta en los planos superiores de las montañas, para convertirse en luz
que ciega detrás de los bueyes. Este color-luz nos crea el espacio negativo de comunicación, que debe ser codificado por el
espectador. Ver lo intangible por medio de los movimientos gestuales de los
protagonistas.
Podemos sentir el dialogo, dando ecos en el paisaje azul,
en un ambiente-naturaleza cargado de intimidad, de secretos, de silencios… El espectador se convierte en cómplice y
testigo celestino.
La obra está participando en el
Latin Network For The Visual Arts, la Sexta Bienal de Arte Latino 2012 en la Galería de Arte Alexey von Schlippe en la
sucursal de la Universidad de Connecticut en Avery Point en Gorton,
Connecticut. Participan sesenta (60) artistas representando a diez y ocho (18) países.
La pintura capta el momento narrado: “Las cabezas pegadas, los ojos negros
y refulgentes inyectados de sangre, los belfos dilatados, las pezuñas
firmemente adheridas a la tierra, las patas traseras abiertas, los rabos
leoninos erguidos, la trabazón rebullente de los músculos ondulando sobre las
carnes macizas.” Escena cálida en
colores y sentimientos.
El título original era “paisaje
rojo”, el cual observamos al predominar está en la luz del ambiente. También nos da un
mensaje perceptual de sangre, valor y lucha. Matizada en los colores violetas y
saturados con el amarillo.
Un dato curioso es la introducción de un código nacional, la bandera de
Puerto Rico, en el ojo del Josco. Dónde
se refleja su identidad. Presento una pintura de contexto patriótico enmarcada dentro de la
corriente histórica surrealista, con la ilusión que esta imagen sea comprendida
a través del tiempo y espacio como una obra puertorriqueña.
Escribir de la imagen de la pintura, es como hablar de los hijos, cada uno
es un tesoro, de grandes ojos luminosos y cálida sonrisa. A todos se quieren, y
a todos se perdonan. Un artista es como
un padre, que observa y puede decir lo maravilloso de sus descendientes,
armonizar y alabar las diferencias y vanagloriarse de las similitudes de cada
uno. Cada obra es un digno ejemplo de color, pasión y compromiso. Porque toda
respuesta al arte es evolutiva, debemos reinventar el código.
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-[Gracias,
por los comentarios que me enviaron a mi e-mail, pero agradeceré se realicen en
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o imagen artística sea eliminado favor de solicitarlo en los comentarios.]-
“Sólo el que tiene “algo que decir de manera diferente”, es el artista pintor…” Me encantó!!!
ResponderEliminarImpresionante. La explicación y la redacción están impecables. Me encantó saber sobre tu participación en la bienal de Arte Latino. La propuesta de los bueyes como código me fascina. Hasta la próxima.
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